Somos hijos de la tierra, de la Pachamama, de la madre naturaleza. Esa diosa venerada por los pueblos indígenas de los Andes por su fertilidad y su capacidad constante de nutrición. Cada agosto, se la celebra y se le agradece por todo lo que recibimos de ella; y a la vez se le ofrenda algo valioso que ella misma nos regaló. Es una ceremonia llena de gratitud, conciencia y reciprocidad.
¿Cuánto valor le damos a la tierra? ¿Somos conscientes que toda la comida que llega a nuestra casa nació o sobrevivió gracias a su enorme generosidad y capacidad de reinvención ? ¿Nos damos cuenta que la Pachamama está ahí siempre sosteniendo nuestro cuerpo, nuestras raíces, e incluso nuestro espíritu; ese que cuando se aturde, se calma con solo mirarla?
Vivimos inmersos en la tecnología, obsesionados con la productividad, perdidos en un materialismo que nos deja con el sinsabor de lo efímero y nos aleja del ser. Y en esa carrera nos la llevamos puesta. ¿En qué momento de la historia le dimos la espalda y la dejamos de entender como hábitat convirtiéndola en herramienta para lograr nuestros objetivos?
Volver a la tierra es volver a lo esencial; y es imperante volver a ella. En este tiempo de pandemia, con todos viviendo en casa, me impactó la cantidad de basura que generamos como familia en una sola semana.
Decidí hacer algo concreto: disminuir la basura innecesaria, separar plásticos de cartones, papeles y orgánicos, me inicie en el compost, modifiqué hábitos de consumo arraigados; y empecé a preguntarme en cada acción cuanto honraba a la madre tierra. Sin darme cuenta los sachets se transformaban en mantas, las tapitas partían a hospitales, los plásticos iniciaban su segundo ciclo de uso (partiendo a contenedores o transformándose en ladrillos), mientras mi compost se transformaba en abono natural y a costo cero; un círculo virtuoso que transforma el desecho otra vez en tierra fértil.
De repente, como mis hermanos de los Andes, yo también le estaba rindiendo fiesta a la Pachamama y estas pequeñas acciones solo eran el principio de un largo camino que empezaré a recorrer.
Como dijo Albert Einstein “Mirá profundamente en la naturaleza y
entonces comprenderás todo mejor” .
Honrar la tierra es una actitud. No necesitamos ser activistas o grandes revolucionarios. Se trata de vivir con la consciencia de agradecerle y devolverle lo que le pertenece para respetar el ciclo de la vida natural donde todo se recicla y se vuelve a crear.
FIN
“Pacha” en quechua quiere decir universo, lugar, tiempo, mundo. “Mama” significa madre, tierra, fertilidad y está conectado con lo femenino.