“No te enojes. Lo digo por tu bien”, “Me pediste una opinión. Te la doy y te enojas”, “A vos no se te puede decir nada. Siempre lo tomás como una ofensa”, “Si te duele lo que pienso, habrá que ver qué fibra te toca. No me cargues tu limitación a tolerar críticas”, “Si te duele tanto es porque tal vez sea cierto”.
La crítica. Tema sensible si lo hay. Agrio. Complejo.
Pienso en un campo minado de explosivos bajo tierra, en donde un solo paso en falso puede hacer explotar todas las emociones.
¡Y sí! Para penetrar el mundo de la crítica constructiva, hay que tener tiempo de ordenar emociones, chequear intenciones, elegir palabras, dar con el momento adecuado, e incluso así, ordenados y con la capacidad de expresarnos bien, nos arriesgamos a que del otro lado del río, el mensaje moleste, no llegue o llegue mal. O tal vez, mientras nos escuchamos hablar, entendemos tarde, que deberíamos haber callado.
Hay pocas personas que tienen habilitado el ingreso a ese espacio sin golpear la puerta. Esas personas que con más o menos tino, con mejor o peor timing, con palabras más o menos acertadas nos pueden cantar una justa. Porque la relación es sólida como un roble. Porque las intenciones jamás se pondrían en duda. Porque nos conocemos como uña y dedo. El mensaje pasa sin que se nos ericen los pelos como al gato, esa reacción defensiva que se activa cuando olfateamos chances de ser heridas o avasalladas sin cuidado.
No es fácil establecer el límite. ¿Tenés derecho a meterte en mi vida? ¿Me conocés lo suficiente?¿Para qué me lo decís? ¿Qué relación tenemos? Tus intenciones, mi autoestima. El tono y la forma. Tu humildad o tu soberbia. Mi humildad y mi soberbia. Mi capacidad de escucha. Mis experiencias de vida que se cuelan sin permiso. Tanto en juego. ¿En el espacio de quién está la problemática? Tu forma de vivir que no es la mía y la mía que no es la tuya: “¡Mamá no te pedí tu opinión! ¡Condicionás mi libertad!” ¿Tengo vela en ese entierro? ¿Evalué si callar no es una mejor alternativa? ¿Qué busco con esto? ¿Tiene que ver con su bienestar o con mi control? ¿Hay cuidado?
Bajadas de línea disfrazadas de sanos consejos y opiniones dueñas de verdad. Falsas charlas unilaterales sin derecho a réplica. Frustración. Merengue.
Tanto en juego que resulta fácil paralizarse. “Mejor no hablar de ciertas cosas”, decía Sumo.
Y por otro lado la certeza de que en la verdadera crítica constructiva crecemos y hacemos crecer, porque logramos hablar de cosas ásperas de forma suave. La aspereza se ablanda con el tono cálido de las palabras y lo recto se hace curvo por el respeto y el cariño. Hasta lo avinagrado se hace cortés cuando las intenciones son nobles.
Porque yo no estoy en el centro, en el centro estás vos, y allí reside lo único que importa.
En ese campo minado de emociones bajo tierra solo hay que asegurarse de ir con cuidado.