Notas

¡No te paralices!

En los últimos años se puso de moda vivir más consciente. Reflexionar más acerca de todo. Cues-tionar el sistema. Escuchar cómo nos sentimos frente a una situación. Nos permitimos dudar como estado fundamental para avanzar hacia donde queremos ir. “La duda es la madre de la invención”, dijo Galileo Galilei, astrónomo, físico, matemático y filósofo del siglo XVI.

Tengo A, pero también me tienta B. ¿Y si me conviene C? ¿Qué pasa si elijo D? ¿Y si en realidad A está bien? B resulta más arriesgado que C; y D, sin lugar a duda, es la opción más segura.

Conecto con mi deseo. Analizo alternativas. Busco el para qué más potente.
Me defino. Elijo quedarme en A. Descarto el resto. Las suelto. Cierro el ciclo. Empiezo a construir en mi elección. En mi mente se libera el espacio que la duda tenía tomado. Algo nuevo, seguro, va a aparecer.

¿Qué pasa cuando la duda es mi estado permanente? Cada vez que voy a definirme por A, se apare-cen una vez más: B, C y D, para hacerme dudar y perpetuarme en el pensamiento del nunca acabar.

¿Y si te convenía C? ¿Evaluaste a fondo todo lo que te daba B? ¡Para mí es mejor C! ¿O E? ¡Ojo que existe E! ¡Cuidado con soltar A y no tener retorno! Imaginemos esta conversación en nuestra cabeza in aeternum.

Parálisis por exceso de análisis. Miedo. Desorden. Mareo. Miles de voces que tapan la propia y que, además, no dan lugar a nada nuevo. La consecuente angustia de no avanzar buscando “lo que más me conviene” o “el momento ideal”, que, por supuesto, nunca llega. Como en la rueda del hámster, mucho gire cerebral, pero las patas sobre el mismo colchón de aserrín. No hay avance. Cero resolu-ción. Sólo cansancio mental.

Welcome al pensamiento circular.

El círculo no tiene fin. No bifurca. No corta. No descansa. Como está cerrado nada nuevo puede entrar. Estamos encerradas. Hay que abrir el anillo y trazar una recta. A o B. Frenar la pelota. Cam-biar de problemática. Cambiar el dilema. Animarnos. Elegir. Mover. Salir de la cabeza y pasar a la acción. Solo la acción mueve y solo el movimiento genera más movimiento. Y moverse, da satis-facción. Cambiar el paisaje mental.

¿Cuánto tiempo permanecemos en un sueño recurrente? ¿Cuánto tiempo hace que perseguimos un deseo, pero desde lejos, sin dar ese paso para acercarnos a él? ¿Hace cuánto que me mantengo es-tancada en la misma angustia? ¿Hace cuánto que mi caminar está lejos de mis fantasías posibles? ¿Hace cuánto que repito “en algún momento lo voy a hacer”?
Expresiones de deseo que se vuelven crónicas y pierden brillo.

En este 2019:
Si te hace mal, déjalo.
Si de verdad te da tanta felicidad, hacelo.
Si te morís de ganas, animate.
Si estás segura de que ahí vibras, quedate.
Si ahí estás muerta, correte.

Salir de la cabeza. Pasar a la acción.

*Por María Freyte

Te puede gustar