¿Cómo estoy? ¿Qué quiero?¿Qué me mueve?¿Qué me cansa? ¿Qué me impulsa? ¿Qué me está pesando más de la cuenta?
Con las relaciones pasa lo mismo: ¿Cómo estamos? ¿Estamos bien? ¿Adónde vamos? ¿Cuál es nuestro rumbo? ¿Nos divertimos? ¿Qué nos une? ¿Qué nos ata? ¿Seguimos juntos?
A las doce, cuando levantamos la copa, la inexorable manía de juzgar lo vivido, de analizarnos con pinza.
“Quiero arrancar el año con menos instrucciones”, pienso. Más liviana. “Quiero empezar inspirada, motivada. Sin el ¨deber ser¨ espiando de costado”. Partir de una imagen que represente lo que quiero. Una imagen que transmita cómo quiero vivir mi vida, mis relaciones, mis responsabilidades, mi día a día. Que me haga de brújula y filtre mis pequeñas decisiones de todos los días: desde como festejar mi cumpleaños hasta cómo pasar mis domingos. Que me inspire en lo pequeño para transformar mi todo.
Pienso mi foto. Imagino un barco pesquero en la mitad del Mediterráneo. Quiero despojo, quiero viaje, liviandad, mundo, placer y sensaciones. Quiero aventura. Quiero menos tierra firme y más agua. Una boya liviana que no me ancle a ningún estatus quo. Quiero navegar adonde me lleve mi deseo.
Esa es mi foto. La mía. Una de varias. Porque hay muchas fotos. La propia, la de la pareja, la de los hijos, la del socio, y también la de los amigos.
Y cuando somos dos, la foto hay que armarla juntos. Sentarnos a soñarla y consensuar la. ¿Cuál es la foto de cada uno y cual es la ¨nuestra¨? ¿Tienen que ver una con otra? ¿Coincidimos en la imagen? ¿Nos mueve lo mismo? ¿Navegamos para el mismo lado? ¿Estamos dispuestos a sentarnos a conversarla?, porque tal vez aparezcan diferencias que tengamos que considerar o tal vez aparezcan diferencias que tengamos que aceptar irreconciliables.
A una cierta edad la forma en la que queremos vivir la vida se nos hace cada vez mas clara. Los ¨sí¨ se hacen más grandes y generosos, los ¨no¨ más intransigentes, los lastres más pesados y saltan a primer plano aquellas cosas a las que queremos aferrarnos con más fuerza y frecuencia.
Nadie quiere abandonar su pesquero. No demasiado. Pero si vamos a ir Juntos, hay que sentarse a definir el escenario. Porque, si tenemos clara la foto final, cuando uno de los dos se desvía y propone algo que atenta contra lo acordado, una simple mirada cómplice nos vuelve a direccionar hacia el Mediterráneo.
A veces poner el foco en la lista de pendientes resta.
A veces suma más dejarse inspirar por una imagen que nos lleve al mismo puerto mientras el sol nos va pegando en la cara.
Arranca en breve el 2019. ¿Cuáles son tus fotos?
*Por María Freytes